martes, 20 de mayo de 2014

Las Calles

Me pierdo entre las calles, me escondo, de algo, de alguien.
Camino solo, a veces abrumado, entre tantos cuerpos a mi alrededor,
no los conozco y tampoco quiero hacerlo. Solo caen, y se empujan
en un ritmo frenético entre un paso y el otro.

No nos miramos, no nos sentimos, no sabemos nada de los demás.

Las calles nos invitan a perdernos, nos obligan, mejor dicho,
a acostumbrarnos a la vida efímera,
al paso entrecortado para dejar lugar
al otro en una ficción de solidaridad.

La vista se nubla por momentos y la claridad ya no es tal,
y sigo escondido. Algo falta, algo falta, me digo,
para mis adentros, y me pregunto
¿cuál es la profundidad del hombre?
¿será acaso la soledad? ¿el miedo a la soledad?
no se, ya no se. Miro a mis costados, miro,
y uno a uno caen los velocistas amateur
de esta intrincada sociedad que nos regala,
entre falsas visiones, sonrisas acartonadas
y miserias esquivas, un minuto más
de triste agonía guardada en una caja
pequeña donde cabe el corazón,
para devorarla, pedacito a pedacito,
en nuestro lecho de muerte cotidiana.

La muerte de Cristo

Campanas que suenan en un convento gris,
enorme, con palomas en el techo,
los dioses y los santos asisten estupefactos
al deterioro de la vida, a la momificación
de lo terrenal, al ritual de lo pagano.
Esa cruz en el cielo dibuja mucho más
que una orden, una bendición, una obediencia.
Significa el fin de la libertad,
la crucifixión de la revolución,
la muerte del revolucionario.
Bajen al Cristo de la cruz y pónganlo
a caminar junto al desamparado,
es decir, del lugar donde nunca
debería haber dejado de estar.
Dejen su claustro y vayan corriendo
a tomar su lugar de lucha junto
al pueblo humilde, y si se pierden,
no se preocupen, observen a su Cristo,
ya no está en la cruz, ahora es uno de los
descamisados y cabecitas negras,
pero libre de todo dogma
y con el espíritu rejuvenecido.

Música (A tu alrededor)

Música que suena,
música que vibra,
música que oxida.
Música, música,
música a tu alrededor.
Bailas, te despeinas,
tu cuerpos es esclarecedor.
Observo tu figura y
no hago más que derretirme,
tus pies se apoyan sobre el suelo,
más flotan en el aire y te deslizas
de una punta a la otra sin miedo,
perdiste la vergüenza y
venciste a la soledad bailando.
Y bailando te irás, y solo
escucharás música, música,
música a tu alrededor...

El placer de conocerte

Voy a llenar estas páginas vacías con tinta china,
con la tinta de la mentira y la verdad.
No va a importarme  ser secuestrado
por los espíritus de la falacia,
el miedo y el dolor, no va a importarme.
Voy a discutir cada noche con los cuervos
que se posan sobre mi ventana y
voy a invitarlos a tomar un vaso de veneno,
y brindar en tu honor. Voy a dispararle uno a uno
para que la habitación quede cubierta de sangre y plumas negras.
Voy a exorcizar tu sufrimiento con un disparo de gracia
en la frente de los recuerdos, en la viva muerte,
en la historia de nuestro silencio, en el segundo más eterno.
Voy a sintetizar tu vida en las pulsiones de lo caliente y lo frío
y, cuando ya nadie te mire, vas a quedar al descubierto.
Tu sábana va a caerse de la cama del deseo y vas a volverte inmortal,
rodeada de sangre y plumas negras que se esparcen a tu alrededor,
y ahí, dirás, he tenido el placer de conocerte.

lunes, 19 de mayo de 2014

Adivinanza

Cualquier metáfora sería demasiado obvia,
incluso esta, que ametralla desde todos los rincones,
en las esquinas donde los pasos se detienen,
donde el sentido se pierde en dos o tres direcciones
a contramano de las manos que me tapan la cara
para decirme, socarronamente, "adivina quién soy",
cuando el mismo aire que nos da vida nos congela el corazón,
cuando escribir estos versos ya no tiene sentido alguno.